Lo más sensato es contextualizarlas y aplicarlas con sentido
Últimamente se habla mucho de las matemáticas, entre otras cosas por los resultados del reciente informe TIMSS en el que nuestro país no sale muy bien parado. Parece que a los estudiantes españoles les resultan realmente difíciles.
Soy ingeniera, y de mi paso por el sistema educativo destaco la amplia formación que he recibido en esta disciplina. Además, hice el máster de formación del profesorado hace un par de años, precisamente en la especialidad de matemáticas. Ni que decir tiene que para mí nunca han sido la tortura que parecen ser para muchos estudiantes hoy en día.
Cuando he dado clase, o he ayudado a estudiantes con las mates me he dado cuenta de los errores que se cometen al enseñarlas. En primaria no es raro pedir a los niños que hagan cuentas sin más, sin que estén ligadas a la resolución de un problema, sin que se les vea la utilidad. Les damos la respuesta a problemas que algunos científicos o matemáticos tardaron años en encontrar sin que ellos hayan tenido siquiera la oportunidad de plantearse una simple duda.
Otro error frecuente es no dejar a los alumnos llegar a la solución por vías alternativas, ser rígido, no permitir estrategias divergentes. Esperar la solución preestablecida, la que todo el mundo acepta que será la buena. José Antonio Fernández Bravo es muy claro, además de hilarante, cuando habla de las respuestas de los niños a preguntas cuyas respuestas nos parecen obvias. También, cada poco tiempo, se hacen virales respuestas ingeniosas de niños que solo demuestran que cuando aun no los hemos encorsetado su pensamiento lógico-matemático es innato.
Personalmente, mientras cursaba el máster de formación del profesorado descubrí que la historia de las matemáticas, además de cultura, aportaba precisamente ese contexto que dotaba de sentido a muchas de esas cosas que se dan por supuesto en matemáticas y se mecanizan sin razón. Me ocurrió por ejemplo al descubrir como surgió el número 0. La historia también descubría que hubo algunas (pocas) mujeres en ese mundo típicamente masculino.
Sé que las matemáticas, y así las siento, son bonitas de por sí e incitan a jugar con los números, con la lógica, siendo para algunos un verdadero entretenimiento. Pero si los alumnos no han sintonizado aun con ese placer matemático, lo más sensato es contextualizarlas y aplicarlas con sentido.
Muchas veces cometemos el error de pensar que no nos sirven en nuestro día a día, porque evidentemente no vamos por ahí viendo la relación entre la trigonometría, por ejemplo, y nuestra vida cotidiana. Pero el pensamiento matemático es una herramienta para PENSAR en mayúsculas, para tener sentido crítico y no dejar que cualquier argumento te convenza, tal y como explica Eduardo Sáenz de Cabezón.
Pero de verdad ¿son tan difíciles las matemáticas? Pues no creo que lo sean, la verdad, pero sí creo que para enseñarlas bien, sin cometer todos los errores de los que ha hablado, hace falta una buena preparación. Prefiero que se peque de estar sobrecualificado para impartir matemáticas en los primeros cursos y que se mantenga viva la curiosidad, la agudeza y sobre todo que no se imponga la idea de que son duras y que muchos alumnos no las aprenderán nunca.